jueves, 19 de marzo de 2009

LA RUTA DEL SUR - Parte 01


LA RUTA DEL SUR
Se inicia la aventura


Hoy me he decidido por comentarles acerca de un lugar mágico, un lugar en donde el paraíso parece haberse asentado con todo su séquito, un lugar amenazado por el apetito voraz de la vorágine occidental, un lugar que definitivamente debemos de proteger.
Este rincón de los Andes se despliega, hasta cierto punto, tranquilo y plácido en las montañas de la provincia de Yauyos, al sur del departamento de Lima. Es atravesado por el discurrir torrentoso del río Cañete. Y este detalle, que da vida a toda esta parte de la cordillera, ha sido su talón de Aquiles. Ya me entenderán porqué lo digo.
Pisar estas tierras era para mí uno de mis sueños dorados de viajes. El año pasado, el sueño se me cumplió, por fin pude tocar suelo yauyino y me lance a la gran aventura de recorrer la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas, junto a un pequeño grupo de amigos del INRENA (Instituto Nacional de Recursos Naturales), llegando hasta las heladas nacientes del Cañete, más arriba de los cinco mil msnm.
La aventura comienza aguas abajo, en el vitivinícola valle de Lunahuaná, famoso por sus piscos y vinos, considerados como de lo mejorcito que tiene el Perú, muchos de ellos ganadores de preclaros premios. El sol quema, vaya que sí, pero que bien refresca un vinito bien helado degustado en alguna de las bodegas que se despliegan a la vera de la carretera. Y para el almuerzo, un suculento plato de tortilla de camarones acompañado de yuquitas fritas en su ensalada de cebollitas y tomate; ¡un manjar para nuestro paladar! Ahora sí, subamos y lleguemos cerca del cielo… ¡río Cañete, muéstranos tu origen!..., le oigo decir a Iván, gran amigo de travesías.
La carretera sube abrazada a las montañas, retorciéndose cual serpiente, mientras el paisaje va cambiando. Poco a poco la sierra se va enseñoreando del valle y las laderas de los cerros, además, el cielo se va tornando de un límpido azul tachonado por caprichosas nubes que parecen copos de algodón colgados en el firmamento.
¿El soroche?, en realidad no es tanto problema, pues se va subiendo de a pocos y así le damos al cuerpo el tiempo suficiente para que se vaya aclimatando. La primera escala es Yauyos, que se eleva a unos 2,800 metros de altitud. Lo caprichoso de este poblado, capital de la provincia limeña del mismo nombre, es que se ubica al fondo de una quebrada, en un desvío de la ruta. Pero les aconsejo visitarlo, allí preparan unos panes deliciosos, ¡de ley para un perfecto desayuno! A la mañana siguiente nos espera Huancaya, un maravilloso poblado rodeado de uno de los paisajes más espectaculares de los Andes y puerta de entrada a la majestuosidad de la Reserva Paisajística Nor Yauyos Cochas. ¡Ahh!, el aroma a leña está impregnado en el ambiente y, saben, este olor es uno de los tantos por los que vuelvo cada vez a la sierra.
Cámara en mano recorro Huancaya, fotografiando sus callejuelas, su emblemático puente de calicanto, la alegría de su gente, sus vivos colores. Y ya prácticamente aclimatado, me atrevo a subir más arriba, ahora la meta es llegar hasta Vilca. Pero las sorpresas están allí, a la mano, acá la naturaleza ha sido dadivosa, pues ha configurado una de las estampas andinas más bellas. Pegadas a nuestro camino se suceden un sinfín de cascadas y embalses, los que cual lagunas, se despliegan generosos, destacando la llamada laguna Huallhua, muy cerca a Huancaya. ¡¡¡Es lo máximo!!! Y el tiempo ha sido bondadoso con nosotros, pues el sol brilla intenso, bañando con su cálida luz todo alrededor. – Y pensar que todo esto, es muy posible que se vea afectado- me dice Carlos, amigo del INRENA, ¡¡¡¿Cómo?!!! Pregunto intrigado, -Claro es que con lo que una empresa está ejecutando aguas arriba, la cosa como que afectará al paisaje que estamos observando-, responde preocupado Carlos. ¿Será posible?, claro con la sed de dinero que tienen muchas empresas, a veces como que les importa poco el impacto que puedan generar. Estaremos vigilantes.
Y seguimos subiendo. Estamos a casi 4,000 metros arriba del mar y, a casi una hora, el camino nos une a Vilca, otra de las joyas de la reserva. ¿El frío? Pues hace rato que se coló sin pedir permiso. Carlos nos lleva camino arriba para tener una panorámica del tupido bosque que se desarrolla a más de 4,000 metros, un asombro para cualquiera. Resoplando llegamos a un promontorio desde el cual se tiene una vista privilegiada del tupido bosque, como un gran bosque tropical. Y bueno, claro que lo es, pero es una especie de bosque tropical de puna, eso, interesante término para referirse a él, bosque tropical de puna. Pues que estamos en zona tropical, pues lo estamos, pero en zona tropical andina. Eso es lo impresionante del Perú, que por ubicarse en el trópico, las montañas configuran una naturaleza única y de singulares características.¡Caramba!, como pasa el tiempo, van a ser casi las cinco de la tarde y un viento helado proveniente de allá arriba, de los nevados, se desliza y silba entre las hojas del bosque, meneándolas grácilmente y, a lo lejos, el bramido del trueno me despertó del letargo contemplativo en que me hallaba. Hora de seguir descubriendo una Lima distinta, una Lima extraña a los ojos de todo citadino, una Lima escondida entre sus enormes montañas. Por ahora sigo contemplando y el viento sigue deslizándose. La aventura continua...